domingo, 15 de marzo de 2009

Enanos al son de la orquesta


A la sillita la reina que nunca se peina. Y un día se peinó... Rafa, Alejandro, Alba, Rodrigo, Ainara y Martina se ríen al ritmo de la vieja canción popular sentados en el regazo de sus respectivas mamás. No se encuentran en ningún parque de la ciudad, sino en una clase para desarrollar su gusto por la música clásica.
El grupo apenas levanta un palmo del suelo. Ainara es la mayor, con tres años, y Martina, la benjamina, tiene tan sólo 14 meses. El resto se mueve en el inquietante mundo de los dos años.
"Hay que comenzar a querer la música cuanto antes. Se trata de ir introduciéndola en su mundo para que se enamoren de ella. Cuanto antes se haga, antes dependerán de ella", dice Blanca Garrido, profesora de música y encargada de esta peculiar clase para niños de entre seis meses y tres años en el Centro Blanca Garrido.

Blanca inicia la clase con una canción infantil donde los instrumentos musicales tienen su propio protagonismo. La trompeta suena y los niños y las mamás imitan su sonido y también cómo se toca.
El objetivo primordial es la música, el ritmo, pero también que los niños pierdan su timidez, se integren en el juego con otros niños y estrechen el vínculos afectivo con sus padres. Por eso, a las clases los niños siempre acuden con uno de sus progenitores.
"Primero tratamos de captar su atención porque hasta los tres años los niños suelen ser inquietos y se despistan con cualquier cosa. No vale cualquier canción. Deben estar muy seleccionadas para que haya instrumentos de percusión o sonidos habituales para ellos como pueden ser el agua, una campana", cuenta Blanca.

Alejandro, un niño con implantes clocleares en el oído, confirma lo que dice su pro- fesora. Un colorido aro desvía su atención e intenta jugar con él pasando por completo de lo que hace el resto de sus com-pañeros.
"Lleva con los implantes desde que cumplió un año", ahora tiene dos y medio. "Una amiga audióloga me dijo que era conveniente venir porque todo lo que le estimulara sus oídos sería bueno", dice la madre de Alejandro, Rosa Medina
Alba tiene el mismo problema pero imita a la perfección cómo suenan los instrumentos y sigue atenta las explicaciones de Blanca, como el resto de sus compañeros. No llega a los dos años pero, según su padre, "reconoce los instrumentos" y reacciona siempre que "oye música".

No es una clase exclusiva para menores con problemas de audición, aunque Alejandro y Alba sean un ejemplo de ellos. La música sirve de terapia auditiva pero también de aprendizaje y de relax.
Rodrigo, de dos años, disfruta con los masajes que le da mamá sobre una almohada tumbado en el suelo cuando llega el momento de la nana.
Ainara, sin embargo, se entusiasma con las maracas. Las hace sonar con ganas cuando Blanca narra el cuento de las hormigas.
"Baila y canta mucho. Hasta en inglés, aunque no sabe lo que dice. Toca el piano pero le gusta el tambor, la trompeta. Todo lo que molesta en casa", dice la mamá de Ainara, Reyes Hidalgo.
No sólo se escuchan piezas clásicas para niños durante la hora que dura la clase, Blanca intenta también recuperar la música tradicional infantil y el arrorró canario.

"Las canciones populares infantiles y las nanas se están perdiendo porque las supermamás ya ni tienen tiempo para cantarlas. Es una manera de que se trasmitan a las nuevas generaciones", añade.
A los minutos de baile, casi todos se apuntan. Mamás y niños hacen un corro y esperan a que suene la danza. Se trata de aprender ritmo, de cambiar de sentido cuando lo marca la música.
Rafa, con dos años, imita los pasos de un soldado. La pequeña Martina, sin embargo, está en los brazos de mamá. Al mundo terrenal se lanzó hace pocos días pero cuando suena la música lanza una gran sonrisa. (la provincia)

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